La semilla del caos
Del catalán “drap” que significa “trapo”, cuenta la leyenda que un puñado de rebeldes residentes de Barcelona -provenientes de diferentes rincones del inconformismo intercultural- fundaron hace 30 años la Asociación Drap-Art. Fueron ellos los que al desarrollarse a través del arte como una forma de vivir el día a día en aquella época, sembraron la semilla del caos. Todo comenzó a mediados de la década del 90 en plena efervescencia contracultural, en naves okupadas con performances efímeras, recitales de poesía, conciertos y decoraciones post-industriales; retazos de una Barcelona que hoy es un recuerdo borroso, de aquellos “Indios de Barcelona” de los que hablaba Mano Negra, quizás hoy extintos junto a una década de la que no queda ni rastro.
Actualmente, producto de una invasión turística de AirBNBs en decadencia y atiborrada de expats y wannabes que hacen interminables filas en cualquier sitio de moda, Barcelona se encuentra sin dudas en el zénit de la era de la confusión; dónde progreso y gentrificación -dos conceptos que a priori deberían ir de la mano- se chocan, en una ciudad colmada de una oferta cultural inocua y superficial. La comercialización del festival Sònar, la aparición de los mega-festivales, el hypeo de la multiculturalidad y el totalitarismo de la inmediatez, han dado como resultado una desaparición de aquella chispa de fin de milenio, reemplazada con corrección política, carencia y fragilidad. Sin embargo, emergen propuestas reivindicativas como el Kronos-Art, el festival MIRA o el OMBRA —en el ámbito de la música— y otras aún resisten la embestida del mainstream, como el LEM de Gràcia Territori Sonor o el Drap-Art en las artes visuales.
Del proto-punk dadaísta al post-punk reciclador
Mucha agua ha corrido bajo el puente desde Marcel Duchamp hasta Maurizio Cattelan, es cierto. Desde la aparición del objet trouvé como expresión del dadaísmo a principios del siglo XX —sin dudas un movimiento proto-punk— al post-punk surgido después de la caída del muro, la transformación como herramienta social en el arte ha sido utilizada de forma desenfadada y natural, como una crítica a los valores artísticos tradicionales, aunque también como una reivindicación por el ecologismo temprano y auténtico de los 90s, y a su vez, como una crítica al consumismo exacerbado de fin de siglo.
Si bien es cierto que sostenibilidad o sustentabilidad, es hoy en día un término que ha sido vapuleado por organismos de dudosos intereses y empresas de dudosa reputación que buscan la aprobación de la progresía y han puesto un velo de opacidad sobre la concepción original del vocablo, es un concepto con raíz punk contestataria, política y reivindicativa que a base de activismo cultural y de teorización filosófica es una herramienta de transformación: por un lado el elemento transformador del objeto, por otro lado, la concientización social. Entonces, a partir de la incorporación de la sustentabilidad en la agenda política, la transformación no sólo es social, sino cultural y política también.
El caballo de Tanja
Tanja Grass, directora y alma máter de Drap-Art, ejerce el matriarcado en esta caótica pero no menos comprometida asociación cultural. Es quien tira del carro, más bien, de esta especie de caballo de troya en la escena cultural catalana institucional y contemporánea. Quien además, con el apoyo del mismísimo Ayuntamiento de Barcelona y del Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya, ha logrado colar a incontables artistas visuales y performativos, incorrectos, inquietos e histriónicos, al CCCB (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona), en la Plaça dels Angels frente al MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona) con sus iniciáticas Maratones del Reciclaje de 24 horas de creación ininterrumpida. También en el FAD (Fomento de las Artes y el Diseño de Barcelona), el Museo Marítimo de Barcelona, el Museo de Historia de Barcelona y otros reductos establecidos del arte contemporáneo actual, tanto en la ciudad Condal, como en ciudades del mundo entero. Países como Japón, China, USA, Uruguay, Argentina, Israel, Francia, Grecia, Italia, Alemania, Montenegro y Suiza ya han sabido albergar a estos artistas inclasificables, los verdaderos protagonistas de este circo.
Por ejemplo, por mencionar sólo a algunos: HA Schult el artista alemán que supo pasear su ejército de chatarra —Trash People— por sitios tan dispares e icónicos como las Pirámides de Giza, la gran Muralla China, y —gracias al Drap-Art— por la plaza Real de Barcelona. Bordalo II artista portugués que hace enormes murales hechos de desechos, Studio VollaersZwart de Países Bajos que con sus acciones City Dressing “disfrazan” a las principales ciudades neerlandesas con decoraciones monumentales de telas coloridas. También Little Shilpa, Eddy Ekete Mombesa, uno de los genios detrás de los hombres de desechos de Kinshasa, en el Congo y Javier Mariscal, el diseñador de Cobi, la mismísima mascota de las Olimpiadas de Barcelona 92, han pasado por Drap-Art años atrás. En 2024, el genio de la mecatrónica escénica, Marcel·lí Antúnez Roca —co-fundador de La Fura Dels Baus—, realizó una Manifestación por la Paz Mundial y el empoderamiento humano y de la naturaleza, por las calles de Ciutat Vella, reivindicando la figura de diversos personajes de la agricultura, de la botánica y de la permacultura de la autosuficiencia. También Michelangelo Pistoletto a través de su fundación Terzo Paradiso, ha otorgado su bendición al Drap-Art y mencionado a Tanja Grass como embajadora del Tercer Paraíso y del Rebirth Day en Barcelona.
Lo que vendrá
Drap-Art’25 en su 29ª edición del 20 de noviembre al 21 de diciembre, reafirma a Barcelona como punto clave del reciclaje artístico internacional. Durante un mes, el casco histórico acogerá exposiciones, acciones culturales, conciertos y actividades públicas que giran en torno a una idea sencilla pero persistente: los objetos hablan, y cuando se transforman, también transforman nuestra forma de mirar el mundo. El festival reúne a artistas locales e internacionales que trabajan con materiales en desuso y recupera el espíritu crítico que, desde las vanguardias del siglo XX, ha unido creatividad, cuestionamiento social y conciencia ambiental.
El festival se desarrolla por el Gòtic. El laberíntico barrio de calles medievales —con sus patios, capillas y comercios— ofrece un escenario perfecto: edificios singulares, galerías pequeñas, capillas reconvertidas y la inevitable vitalidad intercultural de Barcelona. Esa decisión no es sólo geográfica: es política. Trabajar el corazón de la ciudad obliga al festival a dialogar con vecinos, comercios y administraciones, y a probar que el arte sostenible puede ser un tejido urbano, no un escaparate efímero.
Este año se dedica un eje central a la memoria histórica del reciclaje artístico con In Memoriam. Pioneros del arte sostenible, en la Capilla de Santa Àgata. La exposición, comisariada por Raquel Medina de Vargas, revisita la obra de Daniel Argimon, Amèlia Riera y Josep Guinovart, tres figuras decisivas que utilizaron residuos industriales o domésticos como materia expresiva y crítica mucho antes de que la sostenibilidad entrara en la agenda pública. Sus propuestas, tan diversas como contundentes, recuerdan que la reutilización artística no es un invento reciente, sino una tradición con raíces profundas en la Cataluña de las segundas vanguardias.
En el Espai El Borsí per al Barri se desarrollará la exposición de artistas seleccionados por convocatoria, que inaugura oficialmente el festival el 20 de noviembre a las 19hs. Este espacio reúne a creadores emergentes y consolidados que exploran la sostenibilidad desde perspectivas materiales, conceptuales y sociales. A su vez, la Casa Museu Mater acogerá la muestra Arte Sostenible Mediterráneo, organizada junto a Fundació Baleària y Art amb B. La inauguración continuará por la noche con una celebración que demuestra que la sostenibilidad también tiene un pulso festivo. Actuarán Orquesta Basura, que fabrica sus instrumentos a partir de materiales reciclados, y Sonido San Francisco, pioneros de la cumbia electrónica con presencia internacional.
En 2017 Drap-Art desembarcó en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires y actualmente trabaja para volver a anclar en la capital argentina en 2027, esta vez en un nuevo espacio. Si los vientos del Atlántico Sur soplan a favor, el reencuentro podría convertirse en una nueva escala de esta travesía mediterránea hacia otras geografías posibles. Más que un evento, Drap-Art funciona como un circuito vivo de diálogo comunitario, un puente entre generaciones, territorios y formas de entender la cultura, recordando que la transformación del objeto, la transformación urbana y la transformación social nunca han estado tan lejos como podría parecer.






























