Martes, 16 Septiembre 2025

Casa Calise, de Virginio Colombo

Con su historia centenaria e imponente fachada art nouveau, la obra del arquitecto milanés Virginio Colombo volvió a brillar como ejemplo del patrimonio porteño, gracias al esfuerzo vecinal.
Por Martín Sassone Miércoles, 10 de Septiembre 2025

 

En el corazón de Balvanera, sobre la calle Hipólito Yrigoyen al 2500 y a escasos metros de Plaza Miserere, se levanta una de las joyas arquitectónicas más singulares de la Ciudad de Buenos Aires: la Casa Calise. Con sus seis pisos de altura, decenas de esculturas y un frente exuberante de inspiración art nouveau, el edificio constituye un hito patrimonial cuya historia refleja tanto la pujanza edilicia de principios del siglo XX como las dificultades de conservación que atravesaron muchas construcciones de esa época.

La Casa Calise fue levantada en 1911 por el arquitecto milanés Virginio Colombo (1885-1927), figura clave del denominado Liberty milanés, la versión italiana del art nouveau. Colombo llegó a Buenos Aires en plena expansión económica del modelo agroexportador y trabajó casi exclusivamente con clientes de origen italiano. La familia Calise, bodegueros de fuerte presencia en la ciudad, encargó una casa de rentas con locales comerciales en la planta baja y departamentos de lujo en los pisos superiores.

El resultado fue un edificio de más de 7000 metros cuadrados, concebido en tres cuerpos principales, con patios internos de iluminación y ventilación. Su constructor fue Pedro Ferloni y el escultor Ercole Pasina aportó una ornamentación que convirtió a la obra en una referencia inmediata del estilo. La fachada, de notable riqueza escultórica, incluye 13 figuras femeninas, 10 querubines, 12 mascarones de mujer y una escena central que algunos especialistas identifican como una alegoría a Prometeo y Pandora. En el pórtico de ingreso, la herrería representa un nautilus y racimos de uvas recuerdan la vinculación de la familia comitente con la industria vitivinícola.

Los materiales empleados responden al estándar más alto de la época: carpintería de roble macizo, pisos de teselas, boisserie de maderas nobles y escaleras de mármol de Carrara. Los vitrales, diseñados por la Antigua Casa Soler, sumaron color y luminosidad a un conjunto que pronto se volvió distintivo en el paisaje urbano. 

Con el paso de las décadas, la Casa Calise atravesó avatares comunes a muchos inmuebles de su tipo. Tras la sanción de la Ley de Propiedad Horizontal en 1948, los departamentos comenzaron a venderse individualmente. Los vaivenes económicos provocaron que los residentes de mayores recursos se trasladaran a otros barrios y el mantenimiento se volviera cada vez más complejo. La falta de cuidados derivó en filtraciones, desprendimientos y alteraciones en los locales de la planta baja.

En 2014, ante la obligación legal de presentar un informe técnico sobre el estado del frente, los vecinos constataron la gravedad del deterioro. El consorcio, integrado por 52 unidades, se organizó para buscar auxilio oficial. Con la intervención del Gobierno de la Ciudad, se determinó que la altísima calidad patrimonial de la obra permitía acceder a beneficios de restauración. A partir de allí se inició un extenso proceso de trámites, permisos y búsqueda de financiamiento.

Finalmente, en 2018 se concretó la puesta en valor de la fachada, bajo la dirección de los arquitectos Elina Tassara, Ricardo Fuentes y Christian Le Monnier. El proyecto incluyó hidrolavado, reposición de ornamentos, restauración de vitrales, carpinterías, herrerías y persianas. Los trabajos fueron posibles gracias a una combinación de herramientas: exención del 100% del ABL, un subsidio del Fondo Metropolitano de las Artes y, sobre todo, la inclusión en el régimen de mecenazgo cultural, que permitió a empresas privadas destinar parte de sus impuestos a la obra. Los vitrales, por su parte, fueron intervenidos por la misma firma que los había diseñado un siglo atrás, que aún conservaba los planos originales en sus archivos.

A más de un siglo de su construcción, la Casa Calise volvió a brillar tras décadas de abandono. Su reinauguración, celebrada con un espectáculo de tango y una conferencia de especialistas, significó no sólo la recuperación de un edificio singular sino también un gesto de preservación hacia la memoria urbana de la ciudad. Entre las estatuas femeninas y los querubines que vigilan desde lo alto, la obra de Virginio Colombo continúa recordando la ambición estética de una Buenos Aires en pleno auge, y el esfuerzo de vecinos e instituciones que lograron rescatarla del deterioro.

 

 

 

 

 

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